jueves, 14 de agosto de 2008

Prensa Libre glorifica a Alan García por reconstrucción del Sur.

ROSA MARIA PALACIOS DE PRENSA-LIBRE VUELVE A LAS ANDADAS:

OCULTA QUE DE LOS S/400 MILLONES S/350 SE GASTARON EN COMPRAS SOBREVALORADAS, GALLETAS DE SODA, ATUN APRA, COIMAS, VIATICOS Y PROPAGANDA APRISTA

Actualmente en el Perú y el resto del mundo, el periodista es el componente básico de una clase profesional aristocrática y corrupta que se auto-sitúa al nivel de la clase política o por encima de ella. Y lo hace en nombre de un tipo más de libertad: la de "informar". Un periodismo como el que nos envuelve hoy en día, atenta como ninguna otra profesión a los fundamentos de la democracia. La infección social derivada de esta clase profesional tan influyente desestabiliza, crispa y deprime la convivencia y pone en grave riesgo a la propia democracia. Pues esa clase privilegiada y corrupta quita y pone, posibilita e imposibilita acuerdos y negociaciones, defenestra y encumbra. Y todo lo hace desde los púlpitos proporcionados por los grupos de poder que paradójicamente los ha corrompido. El periodismo se considera como máximo protagonista de la suerte de la política y del llamado "control social", y porque la formación técnica y general del periodista es -al menos se supone- de las más completas en una sociedad que va por la pendiente en materia cultural. Aprovecharse de la indiferencia, de la estulticia y de las pasiones de las grandes masas, en lugar de contribuir a que los valores sociales que no necesitan interpretarse se coticen más, es la esencia de la corrupción periodística. La corrupción de lo excelso es lo más abominable. La corrupción de lo malo apenas se nota, la de lo bueno se lamenta pero contamos inconscientemente de antemano con esa posibilidad y solemos decir con resignación: es natural. Pero es la corrupción de lo excelso, lo que por serlo creíamos incorruptible lo que más nos consterna y a lo que no nos resignamos. Contamos ordinariamente con la corrupción de políticos, concejales, mercaderes, abogados, cirujanos, notarios, policías, jueces, etc.; principalmente en hechos puntuales y más o menos aislados. Pero nos resistimos férreamente a la corrupción de clérigos, maestros, profesores o catedráticos, y periodistas en el ejercicio de sus funciones. Sin embargo, la realidad nos ha enseñado que los periodistas son muy proclives a corromperse y poner sus recursos al servicio de dictadores o presidentes democráticamente elegidos. Afortunadamente, en una democracia, las consecuencias de acciones corruptas de los profesionales son ellos mismos quienes las pagan pues el ciudadano desconfiado y remiso acaba renunciando a ellos, volviendo la espalda a los periodistas, no comprando ni leyendo los periódicos dominantes, no viendo telediarios; ni siquiera en general viendo televisión. Y eso, en buena medida está sucediendo. Por eso Internet es el refugio de los desconfiados con causa. En Internet se siente uno a salvo de la corrupción periodística. Así es que, o el periodismo se transforma en otra cosa, o terminará la sociedad por proscribirlo.

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