miércoles, 15 de octubre de 2008

ENCUENTROS Y DESENCUENTROS

César Lévano


Yehude Simon, el presidente del gobierno regional de Lambayeque es ya presidente del Consejo de Ministros. Asume la función en un momento crítico de la economía mundial y nacional, y grávido, por tanto de problemas sociales y políticos. Ha prometido diálogo y pluralismo, y por el momento hay que concederle el beneficio de la duda.
Simon va a instalarse justo en el momento en que le tocan a la puerta la huelga médica y la Asamblea de los Pueblos, prevista para el 4 de noviembre.
Buena prueba de fuego.
Pero más allá de la coyuntura y del plazo de expectativas que el país le puede dar -los primeros cien días quizás-, Yehude Simon, que otrora anduvo en las filas más radicales del marxismo, al punto de que criticaba, por escrito, a la Izquierda Unida por tibia y reformista, ha expresado ahora que su labor ministerial consistirá en buscar algo así como un encuentro o reencuentro entre Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui.
Misión imposible, habría que decirle. Porque esto traslada el problema al plano de la historia y la ideología, y la fantasía, ya no de la política cotidiana.
En primer lugar, ¿con cuál Haya se produciría este encuentro?
Como se sabe, durante cinco años -de 1923 a 1928- hubo una extraordinaria coincidencia ideológica y política entre ambos personajes.
Los unía ante todo el antiimperialismo, pero también el antifeudalismo. Un reflejo resplandeciente de esa confluencia está contenido en el artículo “¿Qué es el Apra?”, publicado en The Labor Monthly de Londres en diciembre de 1926. Los cinco puntos programáticos allí consignados son elocuentes:
“1º Acción contra el imperialismo yanqui.
“2º Por la unidad política de América Latina.
“3º Por la nacionalización de tierras e industrias.
“4º Por la internacionalización del Canal de Panamá.
“5º Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidos en el mundo”.
Haya había sido desterrado tres años antes por la dictadura de Augusto Bernardino Leguía. Mariátegui había regresado en 1923 de un exilio dispuesto por Leguía en 1919 bajo el dilema: o el destierro o la prisión. El futuro autor de los Siete ensayos había adoptado en Europa el marxismo, y en Italia, donde “desposó a una mujer y algunas ideas”, se había comprometido con otros dos peruanos a fundar en el Perú un partido comunista. Al fundar el Partido Socialista Peruano redactó, en octubre de 1928, unos Principios Programáticos, en que define a la organización como marxista-leninista. El Apra que, como frente único, no admitía un partido aliado en su seno, no era ya viable para Mariátegui.
Ese año 1928 es la línea divisoria, en la medida en que Haya se opone a la creación de un partido de clase, y propone al Apra (Alianza Popular Revolucionaria Americana) como un partido que es a la vez una alianza de clases. Ese fue el primer desencuentro entre los dos personajes.
Haya seguía proclamándose, sin embargo, marxista y hasta leninista. Algo más, como demuestra su correspondencia con Esteban Pavletich, Haya se consideraba un auténtico comunista, sólo que creía dañino proclamarse tal. (Dicho sea de paso, fui el único peruano a quien el combatiente sandinista Pavletich confió los originales de esas cartas. Las entregué para una posible edición; pero Pedro Planas las copió y las publicó íntegras).
Otro documento revelador es la carta que Haya envió a la célula aprista de Cusco el 25 de febrero de 1930, en la que se lee: “En el caso peruano el aprismo significa consecuentemente la fuerza revolucionaria capaz de imponer la dictadura del proletariado campesino y obrero, y de establecer la lucha organizada de esa dictadura contra el imperialismo, que es el capitalismo, opresor obrero, y contra el latifundismo, que es la explotación del campesino”.
Pero el desencuentro ya se había producido y se enconaba cada vez más. En el Apra se instaló un creciente anticomunismo, probablemente azuzado por agentes del imperio.
Evidente es que esa ruptura es, por decirlo así, irrompible.
El Apra de hoy no es siquiera la de 1930. Mucha agua turbia ha corrido bajo los puentes. En esa etapa surgió el lema aprista: “Ni con Washington ni con Moscú, sólo el aprismo salvará al Perú”.
Hubo, no obstante, un momento, en las elecciones de 1931, en que pudo producirse, si no una alianza, por lo menos una coincidencia, frente a la alianza reaccionaria. Pero el Apra había surgido como una fuerza caudalosa, al conjuro de proclamaciones antiimperialistas y antioligárquicas, bajo el liderazgo de un orador flamígero y persuasivo, el Haya joven, entonces de 35 años de edad. El partido comunista, que, gracias a Mariátegui, tenía amplia adhesión campesina y obrera, se enclaustró en el sectarismo dictado por Eudocio Ravines, que creía que la revolución estaba a la vuelta de la esquina.
El Apra siguió creciendo bajo dictaduras. La lucha heroica de militantes de base y de luchadores impecables como Manuel Arévalo la engrandecieron. Sin embargo, cuando en 1945 reapareció a la libertad, ya era otra. Haya llegó a decir en esa época que el imperialismo era creado por un “complejo de inferioridad”. En su discurso del reencuentro, en la plaza San Martín, hasta exclamó: “¡No queremos quitarle la riqueza a quien la tiene, sino crearla para quien no la tiene!”.
El reencuentro con ese segundo Haya era imposible, no sólo porque Mariátegui había muerto en 1930, sino porque también el Apra primigenia había fallecido.
Pero de vez en cuando, y para vergüenza de los actuales líderes del Apra, Haya recordó que el aprismo había nacido para servir al pueblo. En la campaña electoral para la Asamblea Constituyente explicó el 6 de enero de 1978; “la preponderancia imperialista domina y entonces es justo, razonable, inteligente, crear un antiimperialismo que se adecue a esas condiciones, que mantenga el principio de las reivindicaciones de los trabajadores, con energía, con tenacidad, con lealtad, con moralidad y que cree la fisonomía de un Estado antiimperialista”.
Parecía un reencuentro de Haya consigo mismo. Pero Haya murió; y ahora tenemos a Alan García, que ha cavado una segunda sepultura para Haya y el aprismo.
¿Con quién se va a reanudar, pues, el diálogo de Haya y Mariátegui?

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