SIMONIZANDO EL COCHE PRESIDENCIAL
César Hildebrandt
Un converso tibio ha llamado a un converso radical. García pasó del aprismo mesocrático y reformista al club de PPK, donde sí se admiten mujeres con tal de que se parezcan, en cuerpo y alma, a Susanita de la Puente. Lo que quiero decir es que García se extrajo el aprismo de un modo laparoscópico y se planchó la memoria donde Morillas, todo para que Vega Llona lo sintiera prójimo y Eisha lo declarara suyo y la señora Giulfo le elogiara la corbata.
La biografía de Yehude Simon es bastante más drástica. Lo menos que se puede decir es que pasó de la sangre al arrepentimiento y del arrepentimiento a la moderación de derechas.
Es muy difícil olvidar que este nuevo primer ministro dirigió la revista “Cambio”, que fue vocero indiscutible del MRTA, en tiempos en que el MRTA era la segundilla de Sendero. Esto quiere decir que el MRTA mataba menos pero mataba; secuestraba a pocos pero secuestraba; y predicaba la solución de un baño María en hemoglobina ajena aunque multitudinaria.
El señor Simon escribía editoriales con tinta Rh negativa mientras la banda que decía imitar a Túpac Amaru mantenía a sus secuestrados en habitáculos inmundos destinados a matar el ánimo, doblegar la voluntad y esperar en la agonía mientras las familias juntaban el rescate.
Así estuvo mi amigo Héctor Delgado Parker: siete meses en una cueva de cemento, herido de un balazo durante su secuestro, poniéndose él mismo la sonda uretral que le permitió orinar y le dejó estar vivo. Héctor, sin embargo, quedaría marcado por ese secuestro y los que lo conocimos no tuvimos duda de que su muerte prematura a causa de un derrame cerebral quedó sellada durante ese cautiverio.
El señor Simon escribía y escribía sus profecías de Che lambayecano mientras el Perú –con cada dinamitazo, con cada coche bomba, con cada viceversa de pólvora y locura- se convertía en una una mala película plagada de efectos especiales.
Y cuando el fascismo en uniforme tomó el poder fáctico y empezó a esgrimir el terror indiscriminado como arma en contra del terror que tanto animaba el señor Simon –a la sazón socio minoritario de Abimael Guzmán-, en ese momento –estoy seguro- el señor Simon y sus allegados de “Patria Libre” sintieron que habían cumplido su tarea. En efecto, la democracia había fracasado y los milicos co-gobernaban y “las contradicciones se habían agudizado”.
¿O sea que ya venía la revolución?
No, lo que vino fue la caravana de la muerte, la que empezó en Uchurajay y siguió en decenas de aldeas altiplánicas y prosiguió en Los Molinos –donde sesenta jóvenes del MRTA fueron asesinados por órdenes del primer gobierno de García- y galopó sin pausa por el Perú rural. Al final, como se sabe, no vino la revolución: ¡llegaron Fujimori y sus piltrafas!
Que el señor Simon haya sido malamente enjuiciado en un proceso sumario sin estándares internacionales y que luego fuera liberado por el gobierno de Valentín Paniagua, no significa que debamos olvidar qué hizo ni a cuántos dañó. Y que el señor Simon se haya arrepentido no implica que los asesinados por su secta puedan volver a estar entre nosotros. Y que haya pagado con ocho años de encierro su deuda social no significa que nos despojemos del doloroso recuerdo de sus “hazañas”.
Ahora el señor Simon es un conservador que es muy bien visto por los sectores empresariales. Es legítimo, entonces, que sea llamado por el gobierno de los empresarios.
Lo que no es serio es que el señor Simon diga ahora –después de haber adulado durante meses al régimen del doctor García- que quiere unir puentes “entre la izquierda y la derecha” mientras, simultáneamente, confirma en sus cargos al señor Valdivieso, plenipotenciario del FMI; al señor García Belaunde, autor de la única política exterior regional que no existe; y a la señora Aráoz Fernández, una señora de buen ver que habla como si el Perú fuese una boutique en temporada de remates (y lo más triste es que tiene razón).
No, pues, señor Simon. Usted no ha sido llamado para ser bisagra o puente. Usted ha sido llamado para continuar la política económica de los Vega Llona y los Romero. Y el hecho de que ahora hable de “una tregua política necesaria ante la crisis internacional” constituye casi un plagio de los reclamos sindicales, dirigidos a pedirle al régimen una tregua piadosa en la aplicación de su fórmula económica.
El señor Simon preside ahora un fantasmagórico Partido Humanista y ha dicho en más de una ocasión que postulará a la presidencia en el 2011. Esta será una fuente de roces con el doctor García y, probablemente, la causa de más de una ambigüedad en el discurso del doctor Simon. A no ser que el propósito del doctor García sea incinerar políticamente al señor Simon para limpiarle más el camino a Castañeda Lossio.
Lo que está claro es que el doctor García ha inquietado a los corresponsales menos avisados. Estos hablan “de una apertura a la izquierda en el gobierno peruano”. Nada más tonto. El Simon que García acaba de contratar es el que, con sus elogios, simonizaba cada vez que podía el coche de la presidencia. El Simon ultraconverso que admira a García por las mismas razones que muchos otros lo encuentran abominable.
En todo caso, un derechista de pasado guerrillero podría ser el refinamiento más retorcido de este gobierno. El problema para García es que no hay ningún acertijo que descifrar: la derecha sigue gobernando, aunque ahora vista chaqueta provinciana y un cierto aire de novedad descentralista. La torta no ha cambiado: el muñeco sí. Y que el diario “La Razón” haya saludado con tanta comprensión el nombramiento del nuevo primer ministro confirma un rumor circulante: Simon, que fue perdonado, sí avalaría el perdón precoz de Fujimori (casi inmediatamente después de la condena).
Fui alguna vez amigo de don Alfonso Barrantes, el único líder de izquierda que pudo llegar a la presidencia. Y si de alguien me habló pestes el doctor Barrantes fue, precisamente, del señor Yehude Simon, uno de los que más hizo para dinamitar, desde adentro, a Izquierda Unida. Cuando Barrantes hablaba de Simon una mueca de desprecio le torcía la cara. “Es el peor de los traidores”, me dijo una vez.
Claro que Barrantes era un hombre de pasiones. No tantas, sin embargo, como para dirigir desde “Cambio” la orquesta roja del terror emerretista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario