Editorial del diario El Comercio.
Más que preocupante. Se ha determinado que el complejo metalúrgico de La Oroya produce diariamente 1.070 metros cúbicos de humos tóxicos que contienen 15 metales dañinos para la salud.
Frente a esta denuncia, la minera Doe Run Perú aduce que los picos de alta contaminación se deben "al frío y a la ausencia de viento", pues ha reducido los índices de emisión de polvo y plomo; también que está reinvirtiendo la totalidad de sus utilidades para poner en funcionamiento los proyectos ambientales, y que cumplirá con las obligaciones acordadas en el 2006, cuando se modificó su Programa de Adecuación y Manejo del Medio Ambiente (PAMA) y se le concedió un plazo de 39 meses, que vence el próximo año.
La pregunta es qué hacemos mientras tanto. La contaminación no solo afecta profundamente el agua y el suelo de La Oroya, sino que hace estragos en la salud de la población, que sigue expuesta a una serie de enfermedades, como el opacamiento de la córnea (queratitis) , inflamación de las vías respiratorias, irritación ocular, edema pulmonar e incluso colapso circulatorio y cáncer.
La Mesa de Diálogo Ambiental de Junín ha denunciado estos hechos, pero es indispensable la supervisión del Gobierno, del Ministerio del Ambiente y de las autoridades regionales, que por lo menos tendrían que explicar al país quién dice la verdad. Bienvenida la inversión minera, pero siempre que sea social y empresarialmente responsable con sus trabajadores, sus familias y las comunidades donde se desarrolla.
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